Recuerdo cuando era niño, la llegada de la navidad era lo máximo, la
puesta de los adornos era la parte más tediosa, decorar la casa tardaba casi
dos semanas. Nos quedábamos hasta muy tarde en la noche para decorar el árbol y
mi mama preparaba chocolate caliente (que por cierto en aquel tiempo odiaba y
ahora lo extraño con nostalgia). Es el típico ejemplo de “nadie sabe lo que
tiene hasta que lo pierde”.
El otro día estaba sentado frente a la computadora, eran tal vez las 2
o 3 de la tarde. Un cielo despejado y una suave brisa llegaban hacia mi rostro,
pues tenía las ventanas abiertas. En ese momento veo el anuncio de un video
realizado en España sobre lo que en verdad los niños quieren para navidad.
Decido reproducir el video, los niños se les da la oportunidad de escribir una
carta a Santa Claus, con las cosas
que desean para navidad. Luego les dan la oportunidad de escribir una carta a
sus padres, en dichas cartas los niños escriben que desean pasar más tiempo con
su papa, que jueguen más con ellos, que se sienten más seguido a conversar.
Aquello me conmovió bastante, debido a que muchas veces, por el
constante ajetreo que vivimos hoy por hoy, nos olvidamos de las cosas realmente
importantes Y buscamos llenar ese vacío con cosas materiales, y al final del
día seguimos sintiendo que nos hace falta algo. La navidad no se trata de
regalos costosos, tener los mejores adornos, la mejor comida o lucir la ropa
más cara, sino de aprovechar los momentos que tenemos y pasarla en familia, así
como también con las personas que más queremos.
Hay algo que la vida me ha enseñado paulatinamente, y es que no
importa tener la mejor cena de navidad, o lucir la mejor ropa, de nada sirven
esas cosas si no hay armonía y paz en el hogar, o peor aún si no tienes con
quien compartirlo. Son cosas que se aprenden con los golpes de la vida y no
precisamente en una universidad, cosas como compartir, dar amor, cosas que van
mucho más allá de lo material y que por desgracia, no hay suficiente tinta y
papel en el mundo para explicar, pero que están allí en lo más profundo de
nuestro corazón, esperando a que nos decidamos a exteriorizar.
Que estas fiestas de fin de año sirvan para algo más que derrochar los
ahorros y/o cualquier ingreso extra, que sirvan para que aprendamos a ser
mejores personas, nunca es tarde para cambiar.
Nunca es tarde para volver a amar...