Siempre que se acerca el mes de noviembre, es normal ver a
aquellos estudiantes de colegios oficiales como particulares, preparándose para
los desfiles en honor a la patria. Los medios de comunicación hacen eco de
dichos desfiles. Nunca falta algún reportero cuestionando a algunos de los
estudiantes sobre la fecha y su importancia histórica; algunos logran responder
atinadamente, mientras otros dejan mucho que desear sobre aquella enseñanza
impartida por nuestros profesores de historia de Panamá. No pongo en tela de
duda que el docente cumplió con su labor, lo que si debo discrepar es sobre la metodología
empleada, de modo que el estudiante sea capaz de atesorar en su memoria, hechos
que fueron de suma importancia para forjar el país que tenemos hoy día.
Dicen que los pueblos que olvidan su historia, viven
condenados a repetirla. Así como en Alemania está prohibido enseñar ciertos
temas relacionados con la Alemania Nazi y el tercer Reich, del mismo modo en
nuestro Panamá, pareciera ser prohibido tocar ciertos temas del periodo en que
los militares gobernaban el país, incluso ciertos sucesos antes del 11 de
octubre de 1968. Pero ese es tema para otro análisis.
Pasa noviembre y llega Diciembre, entre el ajetreo de las
comprar por las fiestas de fin de año, hay otra fecha de suma importancia para
la historia de Panamá, escasos veintiséis años han pasado, muchos lo recuerdan
como si hubiese sido ayer, otros dejaron en el olvido ese día, y algunos de las
nuevas generaciones, desconocen por completo que ocurrió ese día, madrugada era,
cuando uno de los ejércitos más poderosos del mundo, incursiona en el
territorio panameño, so pretexto de capturar y condenar al entonces jefe de gobierno
de Panamá, el general Manuel Antonio Noriega.
Muchos de la llamada “cruzada
civilista”, se sintieron regocijados, con la llegada de los helicópteros, los
tanques y cientos de miles de soldados con armas de grueso calibre. Otros, por
su parte, les tocó ver como sus casas ardían en llamas, muchos civiles murieron
(no se sabe con exactitud cuántos fueron), pero se logró el objetivo real;
acabar con la estructura militar en nuestro país y capturar al general Noriega.
Sobre este tema, discrepo también con muchos autores, aquellos alegan que esa intervención
militar era necesaria. No hay absolutamente nada en el mundo que pueda
justificar la muerte de otro ser humano y a mi mente vino entonces, otro suceso
histórico, la guerra de Coto, donde Panamá valientemente luchó por su
territorio, no obstante, ante presiones de Estados Unidos, al entonces
presidente Belisario Porras no le quedó más remedio que entregar las armas y
ceder Coto. El mejor presidente que ha tenido este país, y esta es una opinión muy personal, gran estadista que entendió que un pedazo de tierra no era
tan valioso, como las vidas que se hubiesen perdido en ese conflicto bélico.
Ojalá
aquellos líderes políticos de Panamá en 1989 hubiesen tenido esa visión. Sobre
si era necesario sacar a Noriega de la comandancia, es cierto, pero bajo ningún
pretexto es justificable, la muerte de miles de personas inocentes, solamente
para capturar a un hombre.
El despliegue de fuerza en exceso, más aún tratándose
de un país hermano de la organización de los estados americanos y de las
naciones unidas, es también inconcebible. Tristemente, en un mundo donde la
guerra resulta la salida más práctica y lucrativa a los problemas, el dialogo
es dejado a un lado.
Sobre el 20 de diciembre, muchos apelan a que este sea
decretado día de duelo nacional, debido al sin número de muertos que ocasionó
este trágico seceso, sin embargo, voces de aquellos que son más estadounidenses
que el águila calva y el monte Rushmore, se oponen. La fecha llega, y pasa, sin
pena ni gloria. Aquel interesado, busca en internet, lee algunos libros o le
pregunta a alguien mayor de treinta y cinco años, que ocurrió ese día.
Pasa diciembre, nos llega enero, un nuevo año y otra fecha
clave en la historia, el nueve de enero. Aquel día en que masacraron a un
pueblo, solo por exigir su derecho inalienable a poner su bandera en su propio
territorio. Esto ocurrió en 1964. Estados Unidos había prometido que, dentro de
la entonces zona canalera, donde ondeara una bandera estadounidense, debía ondear
también la bandera panameña. Esto no se cumplió y los valientes estudiantes del
instituto nacional, fueron con la intención de hacer valer su derecho, y fueron
duramente reprimidos por la policía zoneita. Nuestro pabellón nacional, fue
humillado y muchos medios internacionales se hicieron eco de la noticia. Otro
gran hombre, estadista por excelencia, el gran Roberto Francisco Chiari,
nuestro presidente en ese momento, toma la decisión de romper relaciones diplomáticas
con Estados Unidos, y resalta la importancia de negociar un nuevo tratado sobre
el canal de Panamá y la zona contigua al mismo.
El 9 de enero si es un día de duelo nacional. Del mismo
modo, cuando falleció el presidente Chiari en 1981, se decretaron dos días de
duelo nacional, pues había fallecido “el presidente de la dignidad”.
Tanto del 20 de diciembre de 1989 como el 9 de enero de
1964, murieron panameños, la diferencia está en que el 20 de diciembre, los que
murieron no fue por voluntad propia, fue porque otras personas así lo
decidieron. El 9 de enero, aquellos que murieron, fue por elección individual,
por un ideal, porque sabían que hacían lo correcto, ellos hicieron la diferencia
aquel día. Por eso les digo, si he de morir, que sea por voluntad propia y no
porque líderes políticos así lo estimaron conveniente, pero sobre todas las
cosas, que sea por un ideal.