domingo, 7 de febrero de 2021

Tan lejano y a la vez tan cercano.

 

La muerte, parece ser un tema que muchos tratan de esquivar, aun cuando sabemos que es inminente, preferimos pensar en un futuro mejor, en positivo, al fin y al cabo, ¿Qué sentido tendría levantarme siquiera de la cama, si se que he de morir?

Vemos la muerte como algo tan lejano, y a la vez tan cercano, como las hojas que caen de los árboles en estación seca, o como el cielo nublado que vemos a lo lejos, cual indicativo que esta por llover; cuando estamos en estación lluviosa. Al final, nunca estamos preparados para ella, sino hasta el momento que le tenemos cara a cara.

Desde que empezó la pandemia Covid-19, muchos médicos especialistas predijeron que, de darse un mal manejo de esta, llegaríamos a ver a muchos conocidos y familiares fallecer ante esta funesta enfermedad, nuevamente algo tan lejano, pero a la vez tan cercano. Al escuchar esas declaraciones en los medios, un tanto fatalistas tomando en cuenta que Panamá tuvo desde el principio, medidas extremadamente estrictas (que incluso rayaron en lo absurdo) para mitigar los efectos de la pandemia.

¿Qué tan preparado se puede estar para sobrellevar este tipo de situaciones? La verdad es que nunca, ni en el peor escenario posible, se puede estar preparado para ver morir a alguien con quien compartiste tantos momentos: alegrías y tristezas, triunfos y fracasos.

Hace algún tiempo atrás, escribí algunas líneas sobre la ironía, y creo que este sería otro ejemplo que calza muy bien a la situación, imagine vivir por veintisiete años con una enfermedad que no tiene cura y que requiere un tratamiento periódico para estar bajo control, haber sobrevivido a toda clase de enfermedades, que dada la condición pudieron ser letales, y aun así sobrevivir a todo ello, y que sea precisamente esta pandemia, lo que le haya llevado a la muerte. Imposible es hoy, no pensar que, de no ser por la pandemia, muchos años más le quedaría de vida.

Vituperio hacia el destino, cual niño que llora cuando sabe que se ha portado mal y que le van a regañar, no es mas ni menos importante que, ese sin sabor de experimentar, la perdida de un ser querido. Y son muchos, los que muy probablemente estén experimentando esa sensación en este momento, que ni tintero, pluma y papel, habría en el mundo suficiente, para poder describirlo en letras, y hablarlo a viva voz mucho menos, pues le hiciera un nudo en la garganta.

Y aun si te dijeran, con ese ímpetu que caracteriza a los optimistas olímpicos, que todo estará bien, que ahora esta en un mejor lugar, y que las personas solo fallecen cuando las borramos de nuestra memoria, al final solo queda el regocijo de los buenos momentos, y esa sensación, que, de no ser por esta pandemia, hoy todo sería igual que antes.

En este punto, de la vida comprendida; tanto o más aflige, como una daga al pecho, la empatía que la indiferencia; dependiendo de con quien estemos hablando.